Como NO financiar una empresa

Imaginemos que tienes una gran idea para un negocio, y acudes a la empresa de inversión Megainversores para que te financie. La empresa es extremadamente generosa y te concede mil millones, con la condición de que los administre alguien designado a dedo por ellos, el Señor Enchufado.

El administrador no es competente, pero es muy leal a Megainversores. Tú le propones tu plan de negocio con los proveedores que suministrarán las materias primas que necesitas, pero el Señor Enchufado afirma saber mejor que tú lo que tu negocio necesita. Él es el administrador, así que no te queda más remedio que confiar en su buen criterio para elegir a los proveedores.

Mientras tanto, observas como llegan varios camiones a las oficinas y comienzan a descargar grandes paquetes plastificados. ¿Qué podrá ser? Preguntas a uno de los mozos y te contesta que los paquetes contienen tu financiación: ¡mil millones en metálico! Inmediatamente intuyes que va a haber problemas y que algo raro está pasando. ¿Será que Megainversores es una tapadera de la Mafia?

El Señor Enchufado manda un par de vigilantes de seguridad para que protejan los fajos de billetes. ¿Podrán garantizar esos dos hombres que no vuela el dinero por la noche?

En breve compruebas que tu intuición no te defrauda: el Señor Enchufado despacha y contrata sin pudor a proveedores de todo el mundo, deseosos de dar salida a todos esos billetes nuevecitos. El Señor Enchufado asegura que la empresa estará en marcha en un periquete. Es verdad que, en condiciones normales, un montón de contratos y proveedores deberían garantizar una infraestructura óptima.

Sin embargo, los meses pasan y tus oficinas siguen vacias. No tienes ni un mísero fax para recibir los pedidos de tus clientes. El Señor Enchufado te dice que no tienes por qué preocuparte: todos los contratistas son de prestigio y están llevando su trabajo a cabo con calidad y eficacia. ¿Qué? ¿Eficacia? No crees lo que oyes. ¿Acaso el Señor Enchufado está ciego para no ver que no hay ni fax? No: lo que sucede es que él hace las gestiones desde su lujosa oficina en el centro de la ciudad. Jamás pisó tus oficinas.

Un día te cruzas con uno de los vigilantes y ves que va cargado con un saco. Te dice que es ropa sucia, pero está claro que sólo se puede poner tanto mimo a un saco de billetes. No puedes razonar con él (está armado) así que recurres a la policía del lugar, que no muestra interés por tu caso. Curiosamente también tienen guardado un saco de ropa sucia en una oficina.

Al cabo de un año, tu negocio está en quiebra, no queda un sólo billete y Hacienda te exige responsabilidades. Se ha invertido mucho dinero en tu negocio y esperan que contribuyas con una parte de tus beneficios, que lógicamente deben haber sido inmensos (dado el gran capital del que has dispuesto).

Toda esta historia es un caso de perogrullo: cuando hay mucho dinero en metálico y no hay mecanismos para controlarlo, los billetes desaparecen en facturas abultadas a propósito (¿por qué facturar 100 si se puede facturar 1000?), personal corrupto, sobornos, robos, extravíos… todo lo peor que se pueda imaginar. Ese dinero sirve para todo menos para aquello en que se supone que debía gastarse.

Esto es exactamente lo que ha ocurrido en Irak. Según el documental «El negocio de una ocupación», de Callum Macrae, se enviaron 20000 millones de dolares a Irak ¡¡en metálico!! para financiar la reconstrucción del país.

Los 20000 millones han desaparecido y el país sigue sumido en la miseria y el caos. Se echa la culpa del fracaso a la inseguridad del país, que hace muy compleja cualquier tarea. Pero entonces, ¿a quién se le ocurre mandar allí 20000 millones en metálico?

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